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Shock Veneciano


Mi viaje a Egipto tenía un stop en Roma, y aproveché para quedarme unos días para recuperar los Caravaggio que perdí en una estadía anterior. Una semana después tomé un tren a Venecia. Nunca está de más volver a mirar los Tiziano, Tintoretto, Masaccio y Veronese que albergan sus iglesias y palacios.

De todas maneras la excusa primordial era darle una ojeada a la famosa Bienal. Años oyendo hablar a los viajeros de la más antigua de las bienales, de que no hay como estar ahí para captar la esencia de las maravillas del arte globalizado. Después de cruzar San Marco, visitar el Palazzo Ducal, tomé el vaporetto hasta “il Giardini della Biennale”. Allí están los pabellones nacionales (en la década del noventa perdimos el nuestro por no pagar el alquiler, se acuerdan), donde los países exponen a sus enviados oficiales. En el “Arsenale”, antiguo astillero veneciano, la muestra es de los artistas elegidos, entre ellos Ferrari (foto de obra) y Kuitca, por el curador oficial Robert Storr.

Hay que decir que la estética de bienal no es lo que más me atrae. Cuando me refiero a estética de bienal hablo de toda aquella puesta en escena, del llamado arte contemporáneo, que ignora la sutileza y la poesía, y que para atrapar la atención del espectador apela el golpe de efecto ingenioso, la agresión o la seducción. Pero aún así reconozco que es posible encontrarse con alguna obra que por su mensaje nos deje alguna huella. En esta bienal, que se llama “Pensa con i sensi, senti con la mente”, me hizo sentir y pensar casi las mismas cosas que pensé y sentí en las últimas salas del Museo del Cairo.


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